El caso Russell Crowe

Me viene a la cabeza la cantidad de mensajes que nos llegan a través de los medios, el cine, la literatura sobre la invasión extraterrestre.
Según el diccionario de la RAE: invasión (Del lat. invadĕre) Irrumpir, entrar por la fuerza… denota un rasgo catastrófico que implica un temor a lo desconocido. Aunque no me parece la palabra adecuada hablar de invasión cuando se trata de extraterrestres, porque eso implicaría que la tierra es nuestra y por consiguiente el universo y todos los astros que lo habitan y en eso caeríamos en el colmo de la estupidez.
Los extraterrestres son parte del universo como nosotros por lo tanto la palabra invasión no es la adecuada en este caso. Es como cuando invitamos a amigos a comer a casa, no podemos hablar de invasión sino de visita.
Según todos los testimonios de avistamientos y contactos extraterrestres la tecnología utilizada para sus desplazamientos es más avanzada que la nuestra, por lo que suponer que no nos atacan porque no pueden es de un infantilismo extremo. Además, también según testimonios, se comunican telepáticamente, eso demuestra que sus funciones cerebrales están activas en un mayor porcentaje que las nuestras, ya sin entrar en terreno espiritual o filosófico.
Lo que me ocupa en este caso es la cantidad de energía y dinero que se gastan los gobiernos en maquillar esta realidad. Las campañas de descrédito a las que se somete a todo aquel que osa hablar del tema, como el caso del actor australiano Russell Crowe , que osó publicar en una red social un presunto avistamiento ovni, que grabó el mismo con su cámara en compañía de un amigo.
No quiero entrar aquí en la polémica de la fiabilidad de dicho documento gráfico, sino en la inmensa presión a la que se arriesga un personaje público cuando acomete un tema que preocupa a las altas esferas. Demás está decir que cuando alguien tiene cierta notoriedad y un sinfín de seguidores como en este caso, es lógico que todo aquello que difunda a través de cualquier medio se oiga, se escuche y se vea. Por lo tanto, no es el hecho de que sea cierto o no, sino la repercusión que esta noticia tenga, por la cantidad de gente que pueda cuestionarla. De esta forma se activa una campaña de descrédito de manera casi automática, por si acaso, no vaya a ser que se la crean.
Esto nos tendría que dar que pensar. Nadie invierte (y mucho menos los gobiernos) tanta energía y dinero en algo que no “renta” por decirlo de algún modo. Cuando un tema crea polémica, porque se les ha escapado de las manos (como en el caso de los hombres de negro) casi de inmediato se “encarga” un guión que “ridiculice” o minimice aquello que ya empieza a preocupar a la población y en este caso las masas aceptan la des-información, como niños sumisos a los que el padre les cuenta que el hermanito viene de París.

Queda dicho.

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