Dentro de la anatomía energética, uno de los elementos que deben ser descritos con mayor precisión es el relativo al aura humana y sus capas. En este artículo referiremos todo lo concerniente con el conjunto de energías que rodean el cuerpo físico, que es lo que se conoce como aura o cuerpos sutiles.
¿Qué es el aura y cuáles son las capas que la componen?
Comúnmente se le ha dado el nombre de aura al grupo de energías sutiles que engloban al cuerpo orgánico, de la piel hacia afuera. Otro nombre que puede asociársele es el de “huevo energético”.
Las capas que forman el aura, que se les conoce también como cuerpos sutiles, son: El cuerpo etérico, el cuerpo emocional, el cuerpo mental, el cuerpo astral, el cuerpo intuitivo y el cuerpo espiritual o causal.
Todas estas capas del aura poseen su propia frecuencia de vibración. Entre más cercana esté una capa del aura al organismo físico, vibrará de forma más densa. De este modo, el cuerpo etérico vibra con una frecuencia más baja, y el causal con una frecuencia mucho más alta.
A su vez, a medida que la persona evoluciona en su trabajo con la conciencia, cada una de las capas del aura se van desarrollando. Los cuerpos sutiles son portadores de estados y niveles de conciencia de planos vibratorios cósmicos, de modo que el ser humano es una especie de antena receptora de esta información energética y las capas de su aura hacen las veces de descodificadores.
Ahora, bien, hay que comprender que las diferentes capas del aura no están separadas entre sí, pues se interpenetran mientras cada una vibra dentro de su propia gama de frecuencia.
Primera capa del aura: el cuerpo etérico
La primera capa del aura, o cuerpo etérico, tiene más o menos la misma extensión y figura que el cuerpo físico. Por ello también se le llama “cuerpo físico interior”. Esta capa es la que porta las fuerzas modeladoras del cuerpo físico, y también la energía vital creadora y todas las sensaciones físicas.
Esta primera capa del aura extrae su energía tanto de la Tierra como del Sol. De la primera lo hace a través del chakra plexo solar, y de la segunda por medio del chakra raíz. Una vez acumulada esta energía vital, el cuerpo etérico los vehiculiza al cuerpo físico a través de los chakras y los nadis.
Cuando la energía que recibe el aura en su primer nivel es suficiente, esta se convierte en una fuente de protección natural contra enfermedades externas. Sin embargo si la persona no lleva una vida saludable, en esta capa del aura se crean unas fisuras o grietas que permiten el paso de microorganismos patógenos. Lo cual hará que la persona contraiga enfermedades.
Otra importante función de esta primera capa del aura es la de ser la intermediaria entre las capas áuricas superiores y el cuerpo físico. Y en efecto, el cuerpo etérico transmite a los cuerpos emocional y mental las energías que percibimos por medio de los sentidos físicos, y al mismo tiempo transmite esta información energética desde las capas superiores del aura al organismo humano.
Cuando esta capa áurica está debilitada, el flujo de información y energía se obstaculiza, entonces el humano no se relaciona de manera adecuada con los planos mental y emocional.
Una de las actividades que armonizan el cuerpo etérico es el contacto con la naturaleza. Y es que las plantas, sobre todo las flores y los árboles, tienen una radiación energética similar al aura etérica humana.
Segunda capa del aura: el cuerpo emocional
La segunda capa del aura es conocida también como cuerpo emocional, y está a cargo el del procesamiento de nuestras emociones. Dependiendo del nivel de desarrollo espiritual de la persona, la segunda capa del aura puede parecer una nebulosa en movimiento caótico, o bien un manto cálido y estable por encima del cuerpo etérico.
Este cuerpo áurico puede llegar a tener un perímetro de varios metros de longitud en una persona cuyas emociones sean funcionales. Por su parte las emociones como la ira, la depresión, las preocupaciones y la tristeza, empañan el cuerpo emocional y lo vuelve oscuro.
Las peculiaridades del carácter de un individuo, su tono emocional, las características de su personalidad, están determinadas por la segunda capa del aura. En este mismo sentido, las personas que atraemos a nuestra vida vibran en sintonía con el tipo de cuerpo emocional que poseamos.
Este fenómeno, descrito por Jung en su psicología de la proyección, es una de las maneras que poseemos para calibrar la naturaleza de nuestros cuerpos emocionales. Y es que nuestras relaciones interpersonales son un espejo del estado de nuestra aurea emocional. En un sentido afín, atraemos a las personas que necesitamos para trabajar nuestras emociones.
Hay que tomar en cuenta que el cuerpo emocional no siempre está en concordancia con el cuerpo mental. Por ejemplo, una persona puede pensar conscientemente que quiere tener una relación de pareja funcional y estable, y sin embargo poseer un cuerpo emocional que esté lleno de celos, desamor, falta de empatía, etc.
Cuando se crea esta herida narcisista en la persona, esto es, cuando nos damos cuenta de que no somos víctimas de los demás sino que convertimos nuestras emociones inconscientes en destino, estamos preparados para hacer un auténtico y eficaz trabajo con las emociones.
Tercera capa del aura: el cuerpo mental
La tercera capa del aura se le conoce también con el nombre de cuerpo mental, y está relacionada con los pensamientos y todo el mundo de las ideas. Vibra en una frecuencia más alta que las capas anteriores y posee una formación más inmaterial que aquellas.
Los videntes han descrito este cuerpo áurico como un óvalo cuyo diámetro va a depender del desarrollo espiritual del individuo. En una persona mal desarrollada, el cuerpo mental se situará solo en la zona adyacente a la cabeza y su espesor no alcanzará más de unos 30 centímetros.
Mientras que un desarrollo superior en el individuo hará que su aura mental posea el mismo espacio que el cuerpo emocional y el aura emocional juntos.
En la medida en que la vitalidad de una persona se desarrolle en lo relativo al mundo mental, entre más profundos y verdaderos sean sus conocimientos, en esa misma medida los colores que irradia esta capa del aura serán más vivos y brillantes.
El humano genera básicamente dos formas de información mental, una lineal y otra holística. El cuerpo mental que genera el primer tipo de actividad está relacionado mayormente con el mundo material, que es de donde obtiene su información empírica. El aura mental que se genera a partir del segundo tipo de pensamientos, los holísticos, está conectada en cambio con la verdad universal, que es de donde provienen sus conocimientos.
Cuarta capa del aura: el cuerpo astral
Aun siendo inmateriales, las tres primeras capas del aura hacen parte del mundo físico. Así, el cuerpo astral sirve de puente y filtro entre las primeras tres capas del aura y los niveles de frecuencias energética más elevados.
Aunque a veces se lo confunda con el cuerpo emocional, y en efecto poseen características parecidas, el cuerpo astral vibra en una frecuencia más elevada que aquél y propicia el paso del mundo energético más vinculado al organismo, con aquél que se encuentra en una octava superior y que está más relacionado con el mundo espiritual.
Esta capa del alma, además, es la que permite que la consciencia viaje en las experiencias fuera del cuerpo consciente y la que hace posible la rememoración de la experiencia astral.
Quinta capa del aura: el cuerpo intuitivo
El cuerpo intuitivo, por su parte, es la memoria del aura. Y de hecho, en esta capa áurica queda registrada toda la experiencia física y existencial del ser. Cuando la persona ha desarrollado este cuerpo sutil, puede leer en él su karma, así como las experiencias terrenas que le quedan por vivir.
En este sentido, el cuerpo intuitivo está conectado con los registros akáshicos de los que habla la Teosofía. Cuando el individuo posee un karma denso y le quedan aún muchas experiencias terrenas por vivir, esta capa del aura es percibida por los videntes con líneas densas y oscuras.
Sexta capa del aura: el cuerpo espiritual o causal
La última capa del aura es la que vibra en una frecuencia más alta. Ahora bien, si la persona no ha despertado a su vida consciente, este cuerpo se extiende apenas un metro más allá del cuerpo físico.
Mientras que en personas bien desarrolladas espiritualmente, la última capa del aura se prolonga hasta varios kilómetros más allá de su organismo físico.
Los individuos que han desarrollado el cuerpo causal a través de un trabajo interior serio y responsable, inciden con su energía en las demás personas que se encuentran en el radio que marca su aura espiritual.
Quienes se topen con una persona así, experimentarán repentinamente una sensación de paz y de atención al presente que antes no poseían. Sin embargo, una vez lejos de un ser espiritual de este tipo, regresarán a las condiciones de inconsciencia espiritual que los encarcelaban antes.
Esta capa del aura es la que irradia los colores más vivos, pero al mismo tiempo los más suaves y sutiles, y es de esta capa áurica también de donde proviene la energía capaz de armonizar a todos los chakras.
Sólo a través del cuerpo causal es posible vivenciar la unidad interior y la conexión con toda la existencia universal. Y es que esta capa del aura constituye nuestra vinculación con lo divino al tiempo que su habitación en el reino humano.
Cuando estamos dispuestos y abiertos a las vibraciones que capta el cuerpo espiritual, la vida cobra una calidad completamente nueva y vibrante de paz. Así, somos conducidos en nuestra cotidianidad por nuestro Ser Superior.
El aura humana y sus capas: la escalera que lleva del cuerpo a Dios
Como se ha tratado de bosquejar, el aura está formada por unos escalones que nos van elevando energéticamente desde el organismo físico a la energía divina. Aprender a desarrollar estos niveles de consciencia, es la manera indicada de aproximarse a nuestra máxima potencialidad sobre la Tierra: conocer la mente divina.